Si todavía hay algo capaz de conmoverte,

Si todavía hay algo capaz de conmoverte,
entonces, sigues vivo.

domingo, 18 de noviembre de 2012


Hace tiempo que no escribo. También hace tiempo que no siento la necesidad de escribir. Miento, la siento a cada instante. Y me reprimo. Y no sé por qué.
Siempre intento reprimir las cosas que amo, por miedo, seguramente. Ese miedo que te cala hasta los huesos, y que no imaginas que lo sientes hasta que ya estás empapado. Ese miedo que te subyuga y te suplica que lo ames, que lo dejes todo por él. Ese miedo que te besa en la boca y te explica que nadie te amará como lo hace él. Es tan difícil resistirse a la tentación.
Nos exige que escondamos nuestros sentimientos, que no debemos amar, que nos harán daño. Nos encierra en una cúpula paradisíaca de la que no debemos salir para ser felices o al menos, para no ser infelices.
De repente, el Diablo, bendito sea, nos da una aguja y nos reta. Un juego de niños, dice. Ganaremos seguro, dice. También nos seduce, nos subyuga, nos hace el amor y nos somete. Y cedemos a sus deseos, debemos complacerlo. Reventamos esa burbuja. ¡Pluf! Lo primero que hacemos es arrepentirnos, antes siquiera de que las miles de gotas de miedo se hayan desintegrado en la atmósfera de la vida. Pensamos, justo antes de rozar la vida de nuevo, o por primera vez, que miles de dagas van a clavársenos en el alma, tal y como miedo nos advirtió. Y cual es nuestra sorpresa. Nos esperamos cualquier cosa menos lo que acontecerá. Absolutamente nada. 
Belcebú nos dice, perverso, '¿Ves? Te lo dije, cariño, no tienes nada que temer'. Un odio nos invade, surge como una explosión, desde lo más hondo de nuestras entrañas. ODIAMOS EL MIEDO, PORQUE NOS HA MENTIDO. PORQUE NOS HA SOBREPROTEGIDO. El Diablo apoya ese odio, nos comprende, nos escucha, nos insta a vivir, por fin. Nos ciega la rabia, y vivimos. A lo loco. Craso error. Grandes consecuencias. Cuando el velo de odio se levanta, y nos deja un escenario desolado, destrozado en nuestra alma, Demonio nos abandona, como a escoria. 
Y destrozados, desolados y llorando, adivina quién nos coge de la mano. Quien nos subyuga, quién suplica que lo amemos, quién quiere que lo dejemos todo por él, quien nos besa en la boca y quién nos explica que nadie nos amaré como lo hace él, a qué tentación no nos resistimos.
Gracias a ti, la burbuja se ha reventado. Gracias a mí, todavía no me arrepiento. 

    

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