Corro. Solo corro. No sé dónde
estoy, de dónde vengo, ni hacia dónde voy. Solo sigo y sigo. Algo me persigue.
Tampoco sé lo que es. Tengo miedo. Más que miedo, angustia. Incertidumbre. Es
como cuando jugaba al escondite y me ocultaba en un sitio seguro, pero sentía
en la barriguita la espera, los nervios de ser encontrado. Estaba atento a
todo, pero sabía que no podía moverme.
Pues esto es lo mismo, solo que
al revés. Si me paro, si doy la vuelta, perderé. Y presiento que esto no es un
juego. Puedo perder algo más que la partida.
Llevo tanto tiempo en este lugar
que no recuerdo cómo he llegado hasta aquí. Pero ese no es el mayor de mis
problemas. Mi máxima preocupación es averiguar si esto es o no un sueño.
De vez en cuando, consigo escapar.
Es como si durmiera. Pero no puedo garantizarme si duermo, despierto o
simplemente pienso en una vida que quizás un día pude tener.
De vez en cuando, parece que
despierto en una cama, y llevo una vida normal, rutinaria. Pero siempre que cae
la noche, vuelvo aquí.
Lo normal sería pensar que esto
es el sueño y que la otra vida es la realidad. Claro, pero… ¿cómo podría
distinguirlo? ¿Cuántas veces no sueña una persona normal que se despierta en su
cama? ¿O una situación rutinaria en su propia vida? ¿Por qué debe de ser más
verosímil la rutina que mi situación actual?
No me convence. Quizás pudiera
argumentar que en los sueños nunca se recuerda cómo se ha llegado hasta un
lugar. Simplemente se está en ese lugar, como es mi caso. Es cierto. ¿Pero hay
alguien que recuerde haber nacido? Uno solo sabe que un día estuvo. Quizás
todas las vidas de todas las personas sean un largo letargo, ¿por qué no?
¿Cómo distinguir entonces
realidad de fantasía? Esa es lo cuestión. No puedo responder, a pesar de que
llevo atrapado tantos años en este laberinto sin puertas, sin esquinas ni
trampas que es mi mente, o quizás mi vida.
¿Y si mi perseguidor tuviera la respuesta?
Arriegarse a morir y preguntar. O seguir siempre hacia delante, sin destino,
solo escapando. Y mi elección es evidente.
Tengo la esperanza de que este
inmenso corredor negro, sin límetes a derecha e izquierda, tenga fin.
Pero, ¿y si ese fin simboliza el
término de mi vida? Aunque puede ser que también simbolice el término del
sueño, el comienzo de una vida normal.
Entonces, ¿quiero llegar, o no
quiero llegar?
Antes no me lo planteaba, lo veía
todo tan lejano… Pero ahora presiento que se acerca el final de algo, bueno o
malo.
Antes, lo único que pensaba era
que este lugar era una pesadilla pasajera, que se pasaría. Pero en mi otra vida
siempre he sentido que me faltaba algo. Entonces, empecé a pensar en una forma
de salir de aquí.
Después, me obsesioné. NECESITABA
salir de aquí, y empecé a no vivir ninguna de los dos vidas. Pero medité. Y al
final quise vivir las dos vidas al máximo. Cada instante.
Pero no funcionó. En el corredor
era infeliz porque no “vivía”, en el más amplio sentido de la palabra. En la
rutina era desgraciado porque no sabía como librarme de mi otra existencia.
Y ahora, estoy aquí. Y
simplemente corro.
Y he llegado a la conclusión de
que tengo dos vidas. Por eso siempre me falta algo en la otra. Porque estoy
partido en dos. Una parte aquí, otra allí. ¿Y quién puede vivir sin una parte
de sí mismo? Yo desde luego, no.
Ahora sé lo que debo hacer, pero
no sé si quiero hacerlo.
Debo terminar con una de mis dos
existencias, porque no puedo vivir doblemente.
Pero, ¿con cuál? Si desaparezco
en el sueño, viviré la realidad con normalidad. Si desaparezco en la realidad,
sólo muero.
Pero, si mi vida rutinaria es el
sueño, y desaparezco allí, me quedaría atrapado aquí para siempre. Corriendo
hasta la eternidad. ¿Qué clase de vida sería esa?
Además, se aproxima el fin del
corredor, lo presiento.
Si llego al final podrán pasar
dos cosas: se termina el sueño, o se apaga mi vida. O también podría ser que
esta situación fuera la realidad y en el final escapara hacia una vida normal.
Pero, ¿y si me equivoco? ¿Y si no
hay final realmente?
Ahora, solo siento tensión, y
miedo, lo que llevo sintiendo en mi piel durante toda mi vida y mi sueño. Falta
algo, tiene que pasar algo. Vamos, vamos…
Por tanto, la única solución
posible es desaparecer. Aquí, o allí,
pero desaparecer.
Y tiene que ser antes del
supuesto final.
Y decido desaparecer aquí. Así al
menos mi lecho de muerte será la oscuridad, y nadie me llorará. ¿O mi
perseguidor me habrá cogido cariño? Quién sabe.
Sé cómo desaparecer. Sé lo que
pasará cuando desaparezca.
De repente, todo se volverá
negro.
Y después pueden pasar dos cosas:
despierto… o no.
Me siento. Por primera vez en
todos estos años aquí, paro de correr y me siento. Cierro los ojos. Algo me
envuelve. Me enfría y me mata, poco a poco. Ahora solo siento frío.
Y de repente, todo se vuelve negro.