Si todavía hay algo capaz de conmoverte,

Si todavía hay algo capaz de conmoverte,
entonces, sigues vivo.

miércoles, 29 de enero de 2014

La orquesta del Titanic.

Esto no es una pareja, 
es un cuarteto. 
A veces de cuerda, 
a veces de viento. 
Cuando sonríes, 
se te infla el pecho, 
y diríase gaita, 
pero dentro el corazón retumba, rápido, 
y casi pareciera más el parche de un alegre tambor. 
Cuando lloras, 
aquel etéreo violín que es el alma,
se rasga a sí misma, 
tanto la tuya, como la mía.
Cuando me amas, 
un saxofón se abre paso entre el ruido del sudor,
mágicamente transformado, 
en un débil contrabajo, 
punteado, 
exhausto, 
susurrado.  
Incluso cuando te enfadas, 
aquella rapsodia incongruente, 
me suena a gloria.
Así, 
que no te vayas, 
y ya que eres, 
que somos orquesta, 
que esto, 
la historia de lo Nuestro, 
se llame Titanic, 
y nosotros,
sigamos tocando en ella. 

domingo, 19 de enero de 2014

Nota de suicidio de una vampiresa y (tiene cojones) pitonisa.

Mi vida. 

Para siempre era demasiado tiempo. Gracias por matarme. Lo único que te pido es que te bebas cada gota de mi sangre y lamas cada una de las heridas que me inflijas. Sé que no es tu plato preferido, pero respeta mi última voluntad
Y no, no sabe a pollo. Gilipollas.





- Tienes que quererte.

+ Cariño, te juro que a veces me quiero tanto... Te juro que a veces puedo oler mi sangre dulce, ferrosa, palpitante. Que en ocasiones siento mi piel blanca y suave por encima de ellas. Que de vez en cuando veo mis labios, entreabiertos, rotos. Que saboreo mi propia saliva, con ese gustillo a miedo que tanto nos gusta. Te prometo que escucho mi corazón pedírmelo una y otra vez... 'detenme, detenme'. Y te juro por todo lo que me es sagrado, que no es nada, salvo en ocasiones yo, que a veces, me quiero tanto, que siento la necesidad de hacerle caso. De asesinarme. Y de disfrutar con ello, conmigo... Y cada vez me quiero más, cielo mío. ¿Y tú a mí? 


Hiénicas sonrisas.

Cuando la cordura me haya abandonado definitivamente, 
pienso hacer pasar a cada uno de ellos, 
sonriendo, 
sudando, 
riendo, 
llorando, 
que no sangrando, 
por el pelotón de fusilamiento. 
Les preguntaré por sus nombres, 
por su historia, 
en un diván que huela a semen y a angustia existencial, 
y se desharán bajo mi influjo persuasivo. 
Confiarán en mí, 
me amarán, 
y querrán mi hombro para llorar (vaya oficio tan mundano para tal articulación). 
Y cuando se recuesten sobre él, poco a poco, 
se irán clavando, 
ellos mismos, 
que no yo, 
la estaca mor(t)al que los llevará a aquel mundo platónico, 
de donde no proceden por ser demasiado pecaminosas, 
pero al que irán para seguir sufriendo, 
como el cielo es el infierno del propio Satán. 
Quizás no sea sólo demasiado tarde para ellos, 
como escrito está unas líneas más arriba, 
sino también para mí, 
porque ya escucho las balas de mi propio pelotón de sueños, 
clavándoseme como si se tratase de dagas.
Con la precisión de un arma de fuego, 
y lo personal de un arma blanca, 
hundiéndose en un alma negra. 
¿Quizás no sea yo la primera en caer de mi propio paredón y no el verdugo, como yo pensaba? 




domingo, 12 de enero de 2014

¡Ay!

Si el monstruo del pasado tiene hambre, arrasará con todo. ¿Y tú encima vas a abrirle la boca y a meterte dentro?


miércoles, 8 de enero de 2014

- Contra natura...

y a pesar de mi condición, te amo. 
+ Pensé que vosotros no podíais amar. 
- Se ama con el corazón.
+ ¿Y cómo podré amarte yo, si no tienes más que eso? 
- Te preguntas si las leyendas son ciertas. 
+ Y tú también. Te preguntas si sólo sabemos odiar. 
- ¿Y hay acaso diferencia entre el odio y el amor? Acaso no tienen el mismo molde. Acaso no son igual de intensos. Acaso no son igual de (in)mortales. Como nosotros, vamos. 
+ Levántate la toga. 
- Y aunque no haya nada debajo, sé que me seguirás odiando. O amando, que es lo mismo.
+ Te besaré las alas.
- Te arrancaré los cuernos. 

(Y qué más da cuál fuera el ángel y cuál el demonio, si al Apocalipsis y al cabo, se comieron igual.)








martes, 7 de enero de 2014

De cómo la musa se convirtió en poeta.

Cansada de ser objeto de adoración, cogió sus maletas, dio un portazo con perfume de 'volveremos a vernos', y empuñó su falda. Se cortó el pelo, dejó de pintarse los labios. Dejó de sonreír. Dejó de comer. Y todavía la seguían idolatrando. Se rasgó la piel, comenzó a fumar. Y seguían lamiendo sus heridas, pidiéndole desesperados, caladas de ella. 
Seguían queriendo acariciarla, nunca se saciaban. Sucios poetas. La necesitaban, porque sabía a inspiración. La ansiaban. Todos a la vez, no importaba. Podrían violarla. Podría dejarse violar. Jamás habría suficiente. Si se mataba, escribirían sonetos sobre su muerte, infinitos poemas.

Y ella... no quería que la leyeran de pluma de otros. Quería que la escucharan. Quería... amor. 

Así, se dio muerte de la única manera que podría hacerla mortal: escribiendo. 



lunes, 6 de enero de 2014

Años 80.

- Agente, sabe que nos han superado en número. El vandalismo nos ha sobrepasado, con creces. Y aunque logremos encerrarlos, sólo podemos retenerlos algunos meses, y vuelven a salir. Son sólo rateros. Pero cada vez más violentos. Y, como las ratas, una plaga. Esto es la jungla, ¡insostenible! Agente, diga algo, por Dios. Aunque ya ni rezando salimos de esta. Todo el mundo está igual. España es un caos. La gente está harta... 
- García, cállese ya, joder. 
- Agente, ¡que no podemos! ¡Que se nos han terminado los recursos! 
- Queda por jugar la última carta. Es muy arriesgado, y a corto plazo, nefasto. Vamos, que o provoca una guerra civil o nos limpia las calles de esa escoria de mierda.
- ¿Y qué carta es esa? 
- Un nuevo agente. Un cadete. Sus amigos lo conocen como 'Pura sangre'. Voy a infiltrarlo. Se meterá en sus carnes, poco a poco. Los seducirá. Los volverá locos. Les hará creer que es su mejor amigo.
- ¿Confía usted en él? 
- Por supuesto que no. Es un doble agente. Los hará muchísimo más violentos que antes. Los delitos serán mayores. El caos más desordenado, si cabe. 
- ¿¡Entonces qué coño está diciendo!?
- ¿Confía usted en mí? 
- Sí, pero... 
- Obedezca, e introduzca al cadete en las calles. Sólo queda esperar.

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Poco a poco 'Pura sangre', como bien vaticinó el agente, los volvió locos. Destrozaron los coches en vez de robarlos. Mataron en vez de amenazar. La gente estuvo a punto de levantarse en armas. Y sin embargo... De repente, los rateros se fueron muriendo. Siempre encontraban a los cadáveres al lado de 'Pura sangre' o con muestras de que él les había dado una mortal paliza. Al lado de jeringuillas. O de sida en las cárceles. Los supervivientes de él, no se atreven a llamarle 'Pura sangre', sólo y demasiado, el Caballo por poco acabó con ellos, y ahora son muertos en vida.    

viernes, 3 de enero de 2014

P. Fog y la vuelta a su interior en una eternidad y pico.

Nuestro cuerpo es un elevado tanto por ciento de agua. ¿Qué tanto por ciento realmente no se encuentra en forma de niebla en nuestra alma? Somos niebla. Nos nublamos a nosotros mismos. ¿Quién puede ver entre ella? 
(Por eso tardaréis tanto tiempo en dar la vuelta a un mundo interior. Con cautela al volante, chicos.)

jueves, 2 de enero de 2014

El arte de francorecular o cómo arriesgarse a ser feliz en un disparo de suerte.

A diferencia de los francotiradores, ella no elegía sus objetivos, minuciosamente, selectivamente, astutamente, y muchos otros adverbios terminados en mente que requieren premeditación. A ella le iba más la alevosía. Como distraída, vagando por el mundo, aquellos sus centros de diana venían a ella como atraídos trágicamente, y fatalmente eran ellos la metralla que intentaba penetrar en el alma de la francoreculadora. De vez en cuando, conseguía esquivar alguna bala. Pero en general, solían acertar. Ella, haciendo honor a su profesión, conseguía recular, la bala volvía a su pistola, como en una de las películas de Matrix, pero sin tanta pompa. Simplemente, lograba meter la pata, de la manera más dolorosa posible. Entonces, la munición salía de su alma, poco a poco, y ella, contagiada del maldito Síndrome de Estoeselcolmo, también reculaba, intentaba clavarse la metralla aún más hondo. Por supuesto, sin éxito. Retrocedía ella, retrocedía la munición. Y como los francoreculadores no se distinguen por su rapidez, la munición llegaba antes a la met(r)a(lleta).

     Quizás algún día la francoreculadora encuentre a un francotirador tan preciso que, ni aún fallando ella todos los disparos, aún reculando, no pudiera retirar su munición del pecho de ella. O aún más terrorífico: que no quisiera retirarla.    

miércoles, 1 de enero de 2014

De vorágines y aborígenes.

Acaso se distinga este lugar de alguno de los infiernos de Dante. Acaso aquestos aborígenes, estos simios llenos de lentejuelas que pretenden disfrazar sus arcadas con risotadas igual de vomitivas, no tengan parentesco, no sean acaso los mismos que los que allí habitaban. 
Y en esta vorágine de sudor, de sangre, de vómitos, de risas, de ruido, que no de música, se disfrace la diversión de prostituta, o quizás la propia diversión se prostituya, porque hemos olvidado cómo hacer el amor riéndonos, sin pagar. 
Acaso así empiecen el año muchos. Acaso yo los envidio. 

Es evidente que sí. Porque mientras ellos vomitaban, Dios me vomitó encima. Y mis fluidos son mucho más comprensibles, los míos propios, que los divinos. Mucho más fáciles de limpiar del suelo de una discoteca que de mi propia alma.