- Agente, sabe que nos han superado en número. El vandalismo nos ha sobrepasado, con creces. Y aunque logremos encerrarlos, sólo podemos retenerlos algunos meses, y vuelven a salir. Son sólo rateros. Pero cada vez más violentos. Y, como las ratas, una plaga. Esto es la jungla, ¡insostenible! Agente, diga algo, por Dios. Aunque ya ni rezando salimos de esta. Todo el mundo está igual. España es un caos. La gente está harta...
- García, cállese ya, joder.
- Agente, ¡que no podemos! ¡Que se nos han terminado los recursos!
- Queda por jugar la última carta. Es muy arriesgado, y a corto plazo, nefasto. Vamos, que o provoca una guerra civil o nos limpia las calles de esa escoria de mierda.
- ¿Y qué carta es esa?
- Un nuevo agente. Un cadete. Sus amigos lo conocen como 'Pura sangre'. Voy a infiltrarlo. Se meterá en sus carnes, poco a poco. Los seducirá. Los volverá locos. Les hará creer que es su mejor amigo.
- ¿Confía usted en él?
- Por supuesto que no. Es un doble agente. Los hará muchísimo más violentos que antes. Los delitos serán mayores. El caos más desordenado, si cabe.
- ¿¡Entonces qué coño está diciendo!?
- ¿Confía usted en mí?
- Sí, pero...
- Obedezca, e introduzca al cadete en las calles. Sólo queda esperar.
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Poco a poco 'Pura sangre', como bien vaticinó el agente, los volvió locos. Destrozaron los coches en vez de robarlos. Mataron en vez de amenazar. La gente estuvo a punto de levantarse en armas. Y sin embargo... De repente, los rateros se fueron muriendo. Siempre encontraban a los cadáveres al lado de 'Pura sangre' o con muestras de que él les había dado una mortal paliza. Al lado de jeringuillas. O de sida en las cárceles. Los supervivientes de él, no se atreven a llamarle 'Pura sangre', sólo y demasiado, el Caballo por poco acabó con ellos, y ahora son muertos en vida.