Disfrutaban
de sus manjares callados, como bien indican las normas establecidas de
protocolo. Su fiel mascota los observaba desde una distancia prudencial,
curioso, incluso pícaro. Cuando terminaron, de postre, se tomaron unas
rojísimas manzanas, ¡qué pinta tenían! Incluso su mascota tomó un poco.
De
repente, retumbó un trueno en el cielo del paraíso y la serpiente reptó. ¿Que
los expulsaban del paraíso por comerse unas pocas manzanas?
- Lo que no le ha gustado al señor barbudo de arriba no ha
sido que nos comiéramos su postre. Le ha molestado más el primer plato... -
Sonrió Eva, pícara.
- Vaya envidioso. Al menos, ahora podremos comernos el uno
al otro sin remordimientos.
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