Los boleros sólo mienten cuando nos duele el amor.
Es decir, siempre.
Porque si el amor no duele, no mata.
Y los amores que no matan, mueren.
Y si muere el amor,
sólo queda aquella ética materialista espiritualista,
que de espiritualista tiene sólo la bebida,
y esos besos que no sabes si vienen del cielo o del infierno,
pero desde luego, que de aquí no son,
pero que tienen nombre de mujer y que saben (sólo a veces) a vinagre.
O a lo mejor es que sólo les falta un poco de sal intrascendente, inmanente.
Que no estamos tan mal hechos, coño.
Que creamos a Dios.