"Llevarse como el perro y el
gato" no es una expresión baladí. Suele usarse con un significado negativo,
porque realmente lo implica. Y toda relación tiene, al menos, un aspecto
negativo, si no es negativa globalmente.
En toda sociedad, relación, amistad, noviazgo,
matrimonio, hermandad de dos, hay un perro y un gato. A grandes rasgos y al
principio, el perro es dependiente, cariñoso, agradecido. El gato es independiente,
arisco, libre. Y sin embargo, el perro y el gato no conforman un sistema
incompatible o coloidal como el aceite y el agua. Este conjunto termina por
unirse, como las piezas de un puzle. Un puzle un poco desastroso y caótico,
quizás lo único que conforme sea un cuadro moderno de mierda. Pero tiene su
sentido.
El gato intenta satisfacer las necesidades
del perro que le convienen, se queda corto. El perro intenta contentar al gato,
lo ahoga. Este es un punto clave en toda relación. O nos mezclamos o
explotamos. En el caso de que decidan no explotar, se llevará a cabo un proceso
de "acaninamiento", por parte del gato. El perro no podría "afelinarse",
aunque lo intentara.
El gato consigue satisfacer todas las
necesidades del perro. El gato comienza a mover el rabo. El gato se vuelve
dependiente. Aunque le sigan quedando algunos bigotes, son prácticamente de
pega.
El problema del perro es que no es tan fiel
como pensamos. O quizás sí lo es, pero no a un individuo, y mucho menos a un
gato. A la comida, al cariño sí.
El perro se olvida del gato, por otros
muchos gatos, otros muchos perros, otras muchas caricias, otros muchos platos
exquisitos. No se olvida del todo, no. El gato sigue ahí, al fin y al cabo. El
gato ya no mueve el rabo.
La ventaja que tiene el gato sobre
cualquier perro, es que por mucho que se "acanine", puede volver a su
estado natural de felino. Es una transformación muy dolorosa, sí. Pero también
satisfactoria.
El perro no. Quizás el perro quiera volver
con el rabo entre las piernas. Pero quizás al gato ya no le interesen los
rabos, y esté ocupado lamiéndose sus heridas.
Tampoco importa, los perros siempre
encuentran un nuevo hogar al que acudir, y los gatos siempre vuelven a
encontrarse a sí mismos, que a fin de cuentos para no dormir, es igual.