Si todavía hay algo capaz de conmoverte,

Si todavía hay algo capaz de conmoverte,
entonces, sigues vivo.

domingo, 26 de octubre de 2014

De perros, gatos, acaninamientos y afelinamientos.

     "Llevarse como el perro y el gato" no es una expresión baladí. Suele usarse con un significado negativo, porque realmente lo implica. Y toda relación tiene, al menos, un aspecto negativo, si no es negativa globalmente.
     En toda sociedad, relación, amistad, noviazgo, matrimonio, hermandad de dos, hay un perro y un gato. A grandes rasgos y al principio, el perro es dependiente, cariñoso, agradecido. El gato es independiente, arisco, libre. Y sin embargo, el perro y el gato no conforman un sistema incompatible o coloidal como el aceite y el agua. Este conjunto termina por unirse, como las piezas de un puzle. Un puzle un poco desastroso y caótico, quizás lo único que conforme sea un cuadro moderno de mierda. Pero tiene su sentido.
     El gato intenta satisfacer las necesidades del perro que le convienen, se queda corto. El perro intenta contentar al gato, lo ahoga. Este es un punto clave en toda relación. O nos mezclamos o explotamos. En el caso de que decidan no explotar, se llevará a cabo un proceso de "acaninamiento", por parte del gato. El perro no podría "afelinarse", aunque lo intentara.
     El gato consigue satisfacer todas las necesidades del perro. El gato comienza a mover el rabo. El gato se vuelve dependiente. Aunque le sigan quedando algunos bigotes, son prácticamente de pega.
     El problema del perro es que no es tan fiel como pensamos. O quizás sí lo es, pero no a un individuo, y mucho menos a un gato. A la comida, al cariño sí.
     El perro se olvida del gato, por otros muchos gatos, otros muchos perros, otras muchas caricias, otros muchos platos exquisitos. No se olvida del todo, no. El gato sigue ahí, al fin y al cabo. El gato ya no mueve el rabo.
     La ventaja que tiene el gato sobre cualquier perro, es que por mucho que se "acanine", puede volver a su estado natural de felino. Es una transformación muy dolorosa, sí. Pero también satisfactoria.
     El perro no. Quizás el perro quiera volver con el rabo entre las piernas. Pero quizás al gato ya no le interesen los rabos, y esté ocupado lamiéndose sus heridas.

     Tampoco importa, los perros siempre encuentran un nuevo hogar al que acudir, y los gatos siempre vuelven a encontrarse a sí mismos, que a fin de cuentos para no dormir, es igual. 


martes, 14 de octubre de 2014

Rompidos sin olas.

Hace tiempo que se me escapan las palabras del alma, directamente a la atmósfera, sin pasar por mis dedos,
y no me gusta esa no conexión, que no desconexión,
entre mi alma y la realidad,
que aunque necesaria,
casi no me deja respirar,
porque el oxígeno del aire tangible,
no llega a mi alma,
desoxigenada, desoxirribonucleica, copia.
Copia no como las de Platón,
porque no encuentro siquiera la idea,
la forma, la esencia,
ni de ese oxígeno, ni de ese desoxígeno,
ni de mis lágrimas, ni de mí misma,
una copia,
cuyo molde,
se ha roto,
y no sabe si es directamente idea,

o directamente nada.