- Entonces, ¿qué? ¿Te rendirás?
- Sí.
- Y ya está. Eso es todo. Qué divertido, ¿no? Para qué luchar, si puedes tirar la toalla. Eso ni siquiera es de cobardes. Es de... De verdad, no entiendo las palabras que puedan estar a la altura de mi decepción.
Pero, ¡qué coño! Siempre habrá esperanza. ¿Para qué te vas a comer la cabeza más?
- Para mí ya se ha acabado.
- ¿Y qué quieres que yo te diga? ¿Pobrecita? ¿Qué injusta es la vida? Sí, puedo parecerte cortante, pero al menos, soy sincera. No como tú conmigo.
- ¿Qué quieres decir?
- Vamos, no me engañes. ¡Qué digo! No te engañes a ti misma. No has perdido la esperanza. Ni la perderás... no te digo que nunca, pero sí hasta que encuentres algo que reemplace tu deseo. A todos nos ha pasado.
- Entonces, ¿qué debo hacer?
- Bueno, no soy nadie para darte consejos, pero ya que me los pides, no soy nadie para no darlos. Lo primero que debieras hacer, sería seguir luchando. Hasta que te duela. ¡Que no puedan decir que no has intentado alcanzar tus sueños! Pero si careces de la fortaleza para ello, no debes olvidar tus anhelos. Solo superarlos. Quizás algún día puedas ver realizados tus deseos. ¿Quién sabe?