Si todavía hay algo capaz de conmoverte,

Si todavía hay algo capaz de conmoverte,
entonces, sigues vivo.

viernes, 29 de julio de 2011

- P., los malos se matan solos, ¿verdad?

- ¿Qué dices, I.?
- Que los malos se matan solos. ¡Mira, un ferrari!

Esta fue la extraña conversación que mantuve con mi primo de tres años hace unos días.
Es curioso, su pregunta lleva desde entonces molestándome, cual mosca que vuela en círculos sobre mi cabeza, por la noche, sin dejarme dormir. Y sin embargo, a él seguramente se le olvidó al instante, en cuanto se volvió para ver cómo un ferrari corría por un circuito dentro televisor.
Le conté a mi estimadísimo padre lo que había pasado, para ver cuál era su reacción. Y me decepcionó, desde luego. Esperaba algo más de mi queridísmo progenitor, al que yo siempre he considerado un pequeño y simpático filósofo.

- Habrá visto una película en la que los malos se matan entre ellos, cariño.

Y ahí se acabó mi investigación sobre la profundidad de pensamientos pertenecientes a mi padre.

"Los malos se matan solos". Me gustaría saber si es cierto. Pero para empezar, la línea entre lo "bueno" y lo "malo" es muy, muy difusa, así que seguramente, no podré llegar a ninguna conclusión. Pero, eh, que no falte especulación.

Mis humildes principios y mi desorbitada fantasía me inclinan a pensar que sí, que los malos se matan solos, poco a poco, se consumen. Un ser humano lúcido no puede hacer daño a otros, a propósito, sin hacerse daño a sí mismo. Porque la moral misma le dice que lo que está realizando es incorrecto, y lo incorrecto se supone que es malo, y lo que es malo lo es (a largo o a corto plazo) para todos.
Estas heridas que se infringe el malvado en la moral, o en el alma, si lo prefiere el/la lector/a, se pueden manifestar de muchas formas.
El Remordimiento es una de las más comunes. Un acto ruin que hemos cometido, al saber nosotros mismos que es ruin, se revuelve contra nosotros, nuestra mente nos dice: "Has hecho algo malo, y eso (valga la obviedad), no es bueno. Eres un ser malvado, y no te mereces ser amado, porque has herido. Y querido mío, lo que necesitas para ser humano es eso precisamente: a otros humanos. Si les haces daño, ¿cómo pretendes que se acerquen a ti?".
Y también está la Locura, que suele ser consecuencia del Remordimiento y, en ocasiones, de la Obsesión. Obsesión por el daño y el sufrimiento, tanto por el ajeno como por el propio.
La Locura, tan amiga de nuestra débil mente, la engulle. Cambia los hechos, difumina las agresiones, desplaza las verdades, nos da la razón que sabemos que no tenemos. Solo para (qué generosa es) que consigamos nuestro propósito. Poder disfrutar de nuestro horror y del de los demás a quien se lo infringimos.

Y sin embargo, mi querido/a lector/a puede decirme que hay gente que con tal de obtener lo que desea, o por el simple hecho de herir a los demás, no tiene remordimientos.

Aquí, entonces, se encuentran cuatro distinguidos casos:

El malvado de la moral atrofiada. Para mí, una persona que cree que los negros, judíos, homosexuales... en definitiva, todo lo que sea diferente así mismo es malo, es un villano. Pero a ese malvado le han criado en esa moral. Sin embargo, por difícil que sea, pienso que eso no es excusa para dañar a los demás, ya que una persona puede tener una mentalidad independiente a la que le hayan inculcado, aunque es mucho más complicado. Afortunadamente, este tipo de personas está desapareciendo. Poco a poco, pero lo hace. Él no cree ser una mala persona, entonces, ¿por qué matarse a sí mismo?

El malvado de mentira. Le mueve una intención. Y su intención vale más que sus principios o su moral... No se sabe villano, o más bien, no quiere saberlo. Es lúcido, y en el fondo, sabe que no está bien lo que hace, pero tiene la fuerza de voluntad de ocultar ese pensamiento en el fondo de su subconciente. Y ese subconciente, muchas veces hace perder la razón, citando de nuevo a nuestra vil amiga la Locura. Al igual que el de la moral atrofiada, si no quiere saberse villano, ¿cómo va a matarse a sí mismo?

El malvado de verdad. Tiene una moral y unos principios, seguramente iguales a los míos. Pero no le importan. El malvado se sabe malvado. Quiere serlo, y se enorgullece de ello. ¿Existen? Yo pienso que son quimeras. Existe el loco, pero el loco no es malvado. O es un loco malvado y no una "persona lúcida" malvada. Si le gusta ser malo, ¿por qué iba a matarse solo?

No puedo más que explicar el siguiente caso que con una célebre cita del ficticio (pero no por eso menos agudo) Fermín Romero de Tormes:

"(-Es que la gente es mala...) Mala no, imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia del establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bein sea por el color, por creencia, por idioma, por nacionalidad, o por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes."

Estos, como los malvados de mentira, tampoco se matan solos.


Y así, intento concluir la línea de pensamiento que abrió mi pequeño primo con su pregunta no tan inocente, aunque sé que será imposible, y seguiré buscando respuesta definitiva a su pregunta.


martes, 5 de julio de 2011

El dominio de la palabra.

Qué miedo da, oh sí.
¿Qué significa dominar la palabra? Bueno, en realidad, eso es imposible.
Es cierto que nosotros hemos inventado el lenguaje, es cierto que nosotros lo moldeamos a nuestro gusto, nosotros lo utilizamos, lo amamos y lo odiamos. Pero él ya vivía (y sigue viviendo) dentro de cada cuerpo, por tanto, él siempre nos dominará de algún modo, estamos sometidos al lenguaje.
No, claro que no es como un virus, ni esto debe tomarse como una leyenda. Pero el instinto del habla estaba en lo más profundo del humano, si bien se puede o pudo manifestar de diferentes maneras.
Pero el ser humano necesita comunicarse con sus semejantes, de una forma y otra. Porque eso, el relacionarse con sus hermanos, es lo que lo hace humano.

Por ello entenderá, mi querido lector/a, que dominar la palabra (en la medida de lo posible) es peligroso. Porque eso significa dominar a las personas y porque el poder siempre es peligroso.

Todo puede ser utilizado para hacer el mal, y no por ello debemos prohibirlo, no me malinterprete. Pero, por alguna razón, el poder tiene más tendencia que otras cosas a volverse perverso.
En consecuencia, cualquier manifestación del poder es, sin duda, peligrosa, aunque no por ello debe ser censurada, insisto, ya que también es necesario (respetando la opinión de nuestros queridos amigos los anarquistas, claro).
Ciertamente, lo que hay que tener en cuenta es que conlleva una responsabilidad muy grande.

El poder y dominio de la palabra es una manifestación, quizás la más poderosa, valga la redundancia. Así, quien lo posea, debe andarse con cuidado. Porque un don, no solo es un milagro.
Es mucho más fácil utilizar el poder para el mal que para el bien, porque el mal suele ser la opción más fácil, así que ojo.