Han vuelto aquellos seres inmundos, que sin más extremidades, reptaban a ras del suelo, cubriéndose de su esencia, a veces mugrienta, a veces paradójicamente celestial.
Siguen siendo las mismas serpientes. La vil, la arruinada. Como siempre.
La arruinada busca su ruina, desesperadamente. La vil, necesita arruinar, inexorablemente.
Pero esta vez... Esta vez no se han conformado con destrozarse la una a la otra desde la lejanía conceptual. Esta vez, el combate cuerpo a cuerpo, la orgía, los ha dejado postrados en una cama inmensa, que es el universo, fumando bajo el Árbol del Conocimiento, el pitillo de después. ¿Se hastiarán de ellos mismos, de su olor a tabaco, fornicación y pecado (un olor, por cierto, inefablemente maravilloso)? ¿O volverán a reptar por la lejanía conceptual? Quizás, sofistamente, adopten un punto intermedio y consigan ser reptilmente felices.
Si todavía hay algo capaz de conmoverte,
viernes, 27 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
No me salen las cuentas, camarero.
Si somos ángeles menos dos alas, pero las bebidas
espirituosas nos llevan al cielo porque multiplican nuestro volumen por la
constante de la desesperación (lo que evidentemente nos hace más ligeros
corporalmente, que no conscientemente), ¿por qué emborrono esta asíndota vertical
negativa?
Mi
amigo Hades me explica que en el extremo de la asíndota, al fin y al cabo, se
está calentito, y da otro trago de ácido sulfúrico. Y sólo por probar si me
prende el pelo en un destello purpúreo como a él, hago gárgaras con su bebida,
y recorro de un golpe la curva infinita.
Sí que
se está calentito.
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